De que me preocupo, si tengo mi mate, mi reggae, el sol en mi espalda, 27 años, pisadas metamundanas, corazonadas de azar, que más habría de necesitar...que bueno que me tocó pasar por esta tierra.


La piel tiene memoria ¿cómo podría olvidarte?
Nací un día frío de enero, casi en la madrugada
El descubrimiento musical de este grupo me ha cautivado
¡María de Barros está descalza!
Strawberryfields forever
Si esperé un año, esto no es nada
Feed her
Y no fue necesario ir hasta italia, en Mendoza lo encontré
Por ahí dicen que los acuarios somos bastante inquietos
¿A qué te sabe un expresso cuando no estoy?
Por eso no puedo soportar dormir mas de un día
Aunque aquella noche de la noticia el sueño se fue
¿Aún son tibias tus manos?
Yes, i know...i am afraid too.


Tanto color como tantas cartas a la nada, sujetando un deseo, manteniendolo de alguna forma vivo. Hoy me levanté con un dolor extraño en la uña del dedo gordo del pie (que risa me da dedo gordo) no podía explicarlo, las uñas estaban en su lugar, ninguna herida superficial, traté de hacer memoria de algún pisotón y no encontré nada que lacerará a mi dedo. Como pude me levante y fui caminando al baño, el dolor se expandía más. Tenía que salir de casa, sino me hubiera quedado. Durante el camino fui viendo como me crecía del dedo una extraña garra llena de pelos, cuando llegué al trabajo ocultándola, mi pierna se había convertido en la fina pata de una mariposa. Sabía que me convertiría pero no tan pronto, la espalda me dolía y mi piel se desprendía en colores, perdí noción de las letras y la gente que me hablaba parecía balbucear algo, se aterrorizaron al ver mi cara pálida y pequeñas antenas que me brotaban de la frente, mis brazos se adelgazaron y sentí la necesidad de salir y llegar a una zona verde, maldije a la ciudad en todas sus formas, ningún parque cercano, los árboles muertos, una cuantas hojas verdes de donde me sujeté con fuerza, mi lengua comenzó a crecer al tiempo que se enredaba como espiral, el dolor de uña con el que había comenzado todo se desvanecía, mi cuerpo era otro, mucho más ligero. Había llegado el cambio y con el no había completado absolutamente nada en mi cuerpo de humano, esperando el amor había gastado todo, muriendo por lo poco entendible. Ahora estaba completa mi transformación, mis ojos redondos, mis alas de colores, mi patas delgadas, moví mis alas por primera vez y a elevarme -por un segundo sentí miedo de dejar la hoja en la que me hallaba- llegaba el viento, me empujaba suavemente, ¿qué era aquello tan inmenso? los conceptos se habían perdido en la esquina, ahora no me sirven de nada. Al fin y al cabo que tengo toda una vida para descubrirlo a pesar de que solo sean veinte días.



En la radiación palpitante de la cotidianidad te encontré, como halo de luz que se fuga...

Con qué tersa dulzura me levanta del lecho en que soñaba profundas plantaciones perfumadas,
me pasea los dedos por la piel y me dibuja en el espacio, en vilo, hasta que el beso se posa curvo y recurrente
para que a fuego lento empiece la danza cadenciosa de la hoguera tejiédose en ráfagas, en hélices, ir y venir de un huracán de humo-
(¿Por qué, después,lo que queda de mí es sólo un anegarse entre las cenizas sin un adiós, sin nada más que el gesto de liberar las manos?

Julio Cortazar


Antes de esta entrada, había escrito una que se llamaba "seres luminosos". La escribí tan a gusto que cuando terminé me sentía liberada ante tanto cansancio de ser un ser humano, pero cuando terminé e intente publicarla como un castigo por renegar tanto de mi condición existencial, se esfumó, no pude recuperar ni una sola palabra, coma o punto final, se fue. Podría hacerla de nuevo pero a decir verdad, cuando esto sucede no se puede recomenzar y obtener lo mismo, es como nadar en un hoyo negro con gran escafandra azul o como intentar rehacer un rompecabezas en medio de la marea alta. Son letras perdidas en una gran urna transparente en la que flotan las ideas y se mueven como retazos de papeles de colores motivados por el viento, simplemente estan ahí y por siempre. Lo único que me queda es una nostalgia por el papel y la pluma... si lo escribiera en papel, las palabras no se fugarían en el primer intento de seducción con el ordinator.

Hace mucho, un hombre me preguntó de manera discreta (para saber si se podía acercar a mi) si me encontraba enamorada o en desamor, ambas le contesté. Era increíble que el amor me llegara en diversas formas y al mismo tiempo me despidiera de muchas otras, vivirlo a diario. Pero qué era eso de Amor, desgastarse afortunadamente o desafortunadamente ante las explosiones sangrientas del cuerpo, contener el calor y soltarlo poco a poco, caricia a caricia, o estar en un jardín mágico, rodeada de palabras falsas para conseguir besos rápidos o dar besos rápidos llenos de falsas esperanzas, ¿eso es amor? tantas versiones, tantas formas y al final seguimos siendo humanos, esos que no comprenden ese tipo de cosas y que se complican al tener sensaciones e intentar contenerlas, que gustan de explicaciones lógicas ante algo que no tiene medida ni forma. Por eso como diría la canción Me cago en el amor y me cago bien, porque me estorba el desgaste y la mirada cansada, me desgata la pretención que hay entre dos para obtener el poder y la soberbia que crece cuando la respuesta no es la esperada. Por eso yo pretendo escuchar el canto de las ballenas y evocar los sueños de conmemoraciones fantasmales, caminar rosando las nubes, tocando la hierba, disfrutando de la música sin pretención alguna más que la de ser. Ante esto el hombre que hizo la pregunta, me dió una palmada en la espalda como si fueramos amigos de antaño, dió la vuelta y se fué y yo pude seguir mi camino de hierba buena.


Sentada en aquella banca verde y fría (después de ese septiembre catárquico) me di cuenta que los árboles habían cambiado de color y que con el viento desprendían lentamente el otoño, se me fue un mes con los ojos velados y puestos en una canción, lei awapuhi. Los movimientos al principio parecían toscos y fuera de ritmo, con los días se iban transformando y poco a poco parecían flores en plena apertura, el cuerpo se fue haciendo tibio y de pronto respondía solo a pequeños cantos de ausencia. En esa catarsis empaqué dos veces, una para encontrar el mar fragmentado y la otra para llenar de flores frescas un escenario, en ambos viajes el camino fue largo y pesado, nunca hubiera pensado que una nómada se quejara del dolor que deja viajar 20 horas constantes, ni el cansancio, ni el sueño y la poca hambre con la que el cuerpo tiene que soportar el desplazamiento. Pero nada de esto importa, cuando sentada veo caer las hojas de un nuevo otoño para descansar un poco y emprender un nuevo viaje, porque la vita e un viaggio y ya no necesito más equipaje que llevar, es entonces cuando el otoño me sabe a caida sin fondo y fondo para la forma, es el otoño como siempre donde el sol cambia de color por las tardes y las tardes cambian de cielo. Otoño siempre te espero y llevo 27 disfrutando, por ahí jugando a la rayuela para encontrar de vez en cuando un cronopio despistado o pigmeos sin sombras y sin recuerdos y sin embargo, no sabía cuan piadoso puede ser el corazón para poder mirar otros horizontes plagados de nuevas estimulaciones, seguir admirando los mismos espacios cargados de novedad para tomar cuenta de los días que nos son el futuro sino el presente a pesar de que el fantasma de la despedida ronda todos los días, por eso sigo sentada en esta banca sola y fría, porque el cansancio del amor con gotero sobra y la oleada de besos no espera.


Yacía muerta en el pavimento, a la orilla de una autopista, desinflada como un globo aerostático al que se le ha acabado el combustible. Antes de su muerte, arguyen sus opresores, fue espantada por un gato, lo que provocó su huida de aquel lugar. Hilda se llamaba, aquel gigante gris que fue arrebatado de su habitad natural para darle diversión a los humanos, que no se cansan de mofarse de la vida, de hacerla minúscula, si no es a su imagen y semejanza. La acción de Hilda de correr por dos autopistas, cruzar una caseta de cobro e impactarse en un autobús de pasajeros fue suplantada por correr en campos inmensos, bañarse de lodo y convivir con otros elefantes en libertad. Sin embargo, a pesar de esto, Hilda no sufrirá más las condiciones pésimas que le eran dadas, aquel gato (yo diría hambre) que la espantó, la libero por segundos y para siempre; después de todo su suerte estaba echada. Yo por eso, hombres, creo en el Samsara, y no esclavizaría a un animal para darle esas condiciones, porque para la otra vida podría ser un perro callejero, que desde su nacimiento sortea a la perrera municipal, que sabe cruzar las calles de grandes avenidas y de vez en cuando encuentra un hogar que cuidar o mejor aún ser una paloma de zócalo y sentirse acorralada por niños sin sentimientos y comer del veneno para exterminarlas, o tal vez un gato con la cola cortada y el cuello amarrado a un alambre.

Sí, aquí estoy como me lo había planteado, con movimientos de izquierda a derecha, intentando la suavidad de la brisa. Con las piernas firmes y el corazón pegado a la tierra, renovandome estoy sin buscar nada al paso y encuentrando solo esto... la vida misma.


Vivir en el vertigo; ser uno a través de la inevitable diversidad del cambio. Pero, ¿Por qué, entonces, nos perturba tanto el fenómeno del "pasaje"? Si viviendo morimos a cada instante, ¿por qué nos afecta tanto enfrentarnos a lo desconocido? Tal vez todo se deba a que nuestro temor a perder es mayor que nuestro deseo de ganar.
Productos sofisticados de una civilización sedentaria vemos en la dinámica aventurera un reisgo y no una opción. Exigimos la totalidad, condenamos laincompletitud, pretendemos la perfección, pero no nos damos cuenta de que ese deseo gratuito de divinidad nos deshumaiza, nos hace vulnerables a la barbarie. ¿Qué nos queda después de creernos merecedores de todo? La caída inevitable.
Todo cambio es un salto en el vacío. Por eso cuando se teme el cambio se trata de llenar ese devorante vacío. ¿Y cómo? llenandolo de objetos (cosas), objetualizándolo (cosificándolo): yo soy yo y mis pertenencias, diría un Gasset más actualizado. Y claro, cuanto más el yo depende de sus pertenecias tanto menos se debe a sí mismo. De ahí la diferencia tan grande entre la comodidad objetualizada de las grandes urbes y el vértigo elemental de los espacios todavía incontaminados. ¿Y cómo no sentir un estremecimiento de vértigo al pasar de la civilizada racionalidad urbana a la barbarie sensual del trópico? ¿y diría yo de la montaña?*
Nunca, en ningún espacio-tiempo, había sentido la torbellínica impredecibilidad de la existencia como en el trópico-montaña*. Lo que en la ciudad es una seudo lucha por alcanzar una comodidad objetualizante (buen trabajo, buena casa, buen auto, buen amor*). En el trópico-montaña* es un enfrentamiento inapelable por la vida misma. Pero no hay paraíso que dure mil años, ni burócrata que no pretenda urbanizarlo. Así, en vez de naturalizar lo urbano, urbanizamos la naturaleza. NO MAS VIDA SIN OBJETOS, SINO MÁS OBJETOS SIN VIDA. *vivamos sin la necesidad de ellos o encontremos en ellos la mínima necesidad.

Da Jandra Leo, Entrecruzamientos III
los asterísticos son míos.

La usencia de respuestas es la respuesta misma a las preguntas.




Ya es hora, me lo dicta la piel,
Donde los entrecruzamientos son posibles y las encrucijadas no existen,
Con sabor a tierra entre los dientes y los pequeños granos desvaneciéndose en mi saliva, camino por un sendero de madreselva pintado de verde espacial, pocos son los caminos que nos conducen a cristales en la tierra, he escuchado a la noche prematura, motora de las sensaciones, dictadora de los impulsos, sinrazón que se muerde en la espera de la entrega, que no tiene prisa en llegar y que salta como conejo de atardecer.



Regresar al asfalto con todavía destellos de cristales boscosos y fragmentos de suelos marinos, me golpearon como fuerza centrífuga, en medio de una furiosa ciudad sedienta de hastió y podredumbre, como libélula perdida entre la pestilencia de cloacas, retorné a la realidad de muchos que no comparto y que he decidido no compartir, ¿cómo emprender la fuga? En tanto sucede, me quedo con cielos imaginados por Dalí y ventanas en el horizonte de las montañas.


Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, con furia, con olvido, paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, y patios donde hay ropas colgadas de un alambre: Calzoncillos, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias.
Pablo Neruda, Walking Around.


Para quien nació con la necesidad de escribir y expresarse, la fuga precisa a los momentos de comulgación monotona y real que asfixia a quien paga por el camino que ha elegido vivir.

Seguirme la pista

Divaganciones lunáticas

Año mágico