Con qué tersa dulzura me levanta del lecho en que soñaba profundas plantaciones perfumadas,
me pasea los dedos por la piel y me dibuja en el espacio, en vilo, hasta que el beso se posa curvo y recurrente
para que a fuego lento empiece la danza cadenciosa de la hoguera tejiédose en ráfagas, en hélices, ir y venir de un huracán de humo-
(¿Por qué, después,lo que queda de mí es sólo un anegarse entre las cenizas sin un adiós, sin nada más que el gesto de liberar las manos?

Julio Cortazar

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