Con qué tersa dulzura me levanta del lecho en que soñaba profundas plantaciones perfumadas,
me pasea los dedos por la piel y me dibuja en el espacio, en vilo, hasta que el beso se posa curvo y recurrente
para que a fuego lento empiece la danza cadenciosa de la hoguera tejiédose en ráfagas, en hélices, ir y venir de un huracán de humo-
(¿Por qué, después,lo que queda de mí es sólo un anegarse entre las cenizas sin un adiós, sin nada más que el gesto de liberar las manos?

Julio Cortazar


Antes de esta entrada, había escrito una que se llamaba "seres luminosos". La escribí tan a gusto que cuando terminé me sentía liberada ante tanto cansancio de ser un ser humano, pero cuando terminé e intente publicarla como un castigo por renegar tanto de mi condición existencial, se esfumó, no pude recuperar ni una sola palabra, coma o punto final, se fue. Podría hacerla de nuevo pero a decir verdad, cuando esto sucede no se puede recomenzar y obtener lo mismo, es como nadar en un hoyo negro con gran escafandra azul o como intentar rehacer un rompecabezas en medio de la marea alta. Son letras perdidas en una gran urna transparente en la que flotan las ideas y se mueven como retazos de papeles de colores motivados por el viento, simplemente estan ahí y por siempre. Lo único que me queda es una nostalgia por el papel y la pluma... si lo escribiera en papel, las palabras no se fugarían en el primer intento de seducción con el ordinator.

Hace mucho, un hombre me preguntó de manera discreta (para saber si se podía acercar a mi) si me encontraba enamorada o en desamor, ambas le contesté. Era increíble que el amor me llegara en diversas formas y al mismo tiempo me despidiera de muchas otras, vivirlo a diario. Pero qué era eso de Amor, desgastarse afortunadamente o desafortunadamente ante las explosiones sangrientas del cuerpo, contener el calor y soltarlo poco a poco, caricia a caricia, o estar en un jardín mágico, rodeada de palabras falsas para conseguir besos rápidos o dar besos rápidos llenos de falsas esperanzas, ¿eso es amor? tantas versiones, tantas formas y al final seguimos siendo humanos, esos que no comprenden ese tipo de cosas y que se complican al tener sensaciones e intentar contenerlas, que gustan de explicaciones lógicas ante algo que no tiene medida ni forma. Por eso como diría la canción Me cago en el amor y me cago bien, porque me estorba el desgaste y la mirada cansada, me desgata la pretención que hay entre dos para obtener el poder y la soberbia que crece cuando la respuesta no es la esperada. Por eso yo pretendo escuchar el canto de las ballenas y evocar los sueños de conmemoraciones fantasmales, caminar rosando las nubes, tocando la hierba, disfrutando de la música sin pretención alguna más que la de ser. Ante esto el hombre que hizo la pregunta, me dió una palmada en la espalda como si fueramos amigos de antaño, dió la vuelta y se fué y yo pude seguir mi camino de hierba buena.


Sentada en aquella banca verde y fría (después de ese septiembre catárquico) me di cuenta que los árboles habían cambiado de color y que con el viento desprendían lentamente el otoño, se me fue un mes con los ojos velados y puestos en una canción, lei awapuhi. Los movimientos al principio parecían toscos y fuera de ritmo, con los días se iban transformando y poco a poco parecían flores en plena apertura, el cuerpo se fue haciendo tibio y de pronto respondía solo a pequeños cantos de ausencia. En esa catarsis empaqué dos veces, una para encontrar el mar fragmentado y la otra para llenar de flores frescas un escenario, en ambos viajes el camino fue largo y pesado, nunca hubiera pensado que una nómada se quejara del dolor que deja viajar 20 horas constantes, ni el cansancio, ni el sueño y la poca hambre con la que el cuerpo tiene que soportar el desplazamiento. Pero nada de esto importa, cuando sentada veo caer las hojas de un nuevo otoño para descansar un poco y emprender un nuevo viaje, porque la vita e un viaggio y ya no necesito más equipaje que llevar, es entonces cuando el otoño me sabe a caida sin fondo y fondo para la forma, es el otoño como siempre donde el sol cambia de color por las tardes y las tardes cambian de cielo. Otoño siempre te espero y llevo 27 disfrutando, por ahí jugando a la rayuela para encontrar de vez en cuando un cronopio despistado o pigmeos sin sombras y sin recuerdos y sin embargo, no sabía cuan piadoso puede ser el corazón para poder mirar otros horizontes plagados de nuevas estimulaciones, seguir admirando los mismos espacios cargados de novedad para tomar cuenta de los días que nos son el futuro sino el presente a pesar de que el fantasma de la despedida ronda todos los días, por eso sigo sentada en esta banca sola y fría, porque el cansancio del amor con gotero sobra y la oleada de besos no espera.

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Divaganciones lunáticas

Año mágico