Escuchaba su corazón y fingía tenerle gusto, sin embargo escondía su cara de la despedida, hubiera deseado que su autobús partiera sin ella, de quedarse el boleto en la mano y tomar un decisión atrevida, casi impensable para su circunstancia. Sin embargo, el autobús llegaba con el letrero muy claro, “Santiago”, tuvo que levantar el rostro y mostrar una sonrisa forzada, como esas sonrisas que sorprenden al espejo cuando se intentan ensayar.

Subía los escalones, con los ojos cegados por lágrimas, ya no importaba que la gente que observaba su despedida se diera cuenta del dolor que jalaba en una maleta con ruedas, intentó localizar su lugar rápidamente, para observar desde la ventana, el clásico saludo al aire, y tomar de las esporas de la despedida lo más dulce para guardarlo en su memoria, pero su asiento no era el indicado para hacer eso, una señora que comía apresurada, le estorbaba el camino. Sin embargo, intentó ver al exterior y la figura de él ya no permanecía, se había esfumado con el humo del tabaco que había encendido antes de llegar a la estación.

Nunca supo describir el camino entre Valparaíso y Santiago, ahora estaba de regreso y el cansancio emocional había llegado a tope, pensaba en el comienzo del día, en la noche anterior……iras describiendo todo esto, para terminar con la caminata que hiciste del metro revolución hasta toesca 23357 donde el resto de tu equipaje te aguardaba para regresar al país que no volviste a mirar igual

A quién amar en temporada de sequía?

Seguirme la pista

Divaganciones lunáticas

Año mágico