Toda materia es energía condensada a una lenta vibración, todos somos una conciencia experimentándonos subjetivamente. No existe algo como la muerte, la vida es solo un sueño y todos somos imaginación de nosotros mismos.
Bill Hicks 1961- 1994
Desde que comenzó este año, la muerte me ha rondado, y no porque haya estado muy cerca de experimentarla, sino que mucha gente de la que tengo conocimiento se ha marchado de esta realidad, otros han estado al borde y siguen al borde. Sin embargo, la muerte me ha dejado su mejor carta de presentación, con el entendimiento de ella. Es por eso que cité la frase de Bill Hicks y que tras polo a “nosotros”: Somos materia y energía condensada a una lenta vibración, somos una conciencia experimentándonos subjetivamente y algo como la muerte no existe, sino solo para unirnos a un gran mar de conciencia, la conciencia universal.
Quizá lo que he entendido bien, querido Kumu, es que la vida en este traje cósmico con el que ya nacemos, esta forma y esta voz, es algo valioso que no podemos desperdiciar. Ahora pongo atención a los detalles de mi alrededor y escucho con atención, de cada lugar hago una historia y cada vez comprendo con más precisión el sentido del aloha. He llevado más allá la danza, que alguna vez pude compartir con usted, dejando a un lado la parte técnica donde encuentro que la constancia es la única clave, sumando que en el hula hay un poder sanador ante cualquier adversidad.
El mana, pono, makia, ike, manawa, kala y aloha, guardan esa luz que también deseo encontrar y de la cual seguramente usted ya forma parte. Es por eso que no le temo a la muerte, y no encuentro en ella más que una efímera despedida donde lo que queda es pura luz. Sin embargo, las ausencias son las que pesan, y no nos sería suficiente un campo lleno de hierbabuena o manzanilla para curarnos el corazón, pero en cada vibración pronunciada de un oli, cubrirá nuestra memoria de pastos verdes, moviéndose lentamente por la caricia del viento, que llevará su nombre, kahikilaulani.
Gracias por haberme invitado a participar de su realidad.

“Martes 13 de octubre, República de Argentina, visitante 1300524 de la web y al entrar su voz como bienvenida, fuerte y con nostalgia nos dice que no le teme a la muerte ritual, solo morir, verse borrar, una historia, una historia y Mercedes sigue cantando, venciendo el olvido, hoy como ayer, siempre llegando, volviendo con su voz.”


Caminamos pocas cuadras desde la calle piedras hasta tacuarí para tomar el autobús número 158 que nos dejaría exactamente a una calle del teatro Venus, uno de los más antiguos del centro de Buenos Aires. Para ser viernes en la noche, las calles parecían desiertas, tal vez la lluvia, que había dejado charcos reflejantes sobre las banquetas, había sido la causante de tanta soledad.

Sin parecer monumental, el teatro Venus, se levantaba como un edificio igual que los demás, con una entrada sencilla, donde la fila se armaba desordenada como una víbora multicolor, armada de abrigos, gabardinas y camperas. Las puertas aún no se abrían y los medios eran pocos para esperar la llegada de la cantante, que al arribar provocó un movimiento estrepitoso.

Poco a poco la víbora se fue disolviendo al interior de un teatro azul en su totalidad, los asientos al igual que los palcos, las alfombras, las paredes y el telón, me daban la impresión de estar en un cielo sobrepuesto en la tierra. Era una gran sorpresa no encontrar el típico rojo de los teatros, lo cual me anunciaba un concierto sin igual.

En el exterior, dos eventos masivos se realizaban al mismo tiempo: estadio del River, el regreso de Soda Estéreo, cantaría la ciudad de la furia para corear Buenos Aires se levanta y en la plaza de obelisco y la calle de mayo, un concierto gratuito de un cantante nuevo producto de la mercadotecnia, abarrotaba las calles. Sin embargo, un teatro azul esperaba con paciencia la presencia de un folklore lleno de sol en medio de una noche estrellada.

Se abrieron las cortinas, y su voz cantaba “ay este azul” musicalizando golondrinas, flores, breves instantes y pequeñas cosas, en el azul del teatro se desprendía un azul muy profundo del corazón, las luces bajando en cada nota su intensidad, dejaron a Mercedes enredada en los cientos de ojos que la miraban enmudecidos ante una belleza que se desprendía en notas de fa.

Los aplausos rebotaban en el cielo raso y como si se bebiera el mate de la tarde, La negra, interrumpía con su plática plácida entre canción y canción, explicando los momentos y las encomiendas de Jujuy, Tucumán, Méndoza, Rosario y otras provincias de la República Argentina.

Sentada y casi sin movimiento, desperdigó en todos un gran sentimiento latinoamericano, al escuchar, tierra luz, sin embargo se sentía una gran despedida, su concierto se terminaba, cantando gracias a la vida, dando gracias a todos por haber estado, por seguir dejándola compartir su corazón.

Con el sonido de las guitarras y con su voz en alto, el telón cerró despacio. La gente se levantaba de sus asientos para aplaudir de pie, para pedirle que volviera a romper con su voz el eco del teatro. Y Mercedes salió para seguir sembrando el sol y la flor, en nuestros recuerdos.

El 11 de marzo de 1981, me bautizaron, pero más que un bautizo fue la predicción exacta, que se cumpliría dos años después de mi nacimiento, un nuevo bebe.
Y sin más diste el primer aliento de la vida y después de eso un llanto incesante. Yo no recuerdo si te esperaba con ánimos o no, solo un día mamá desapareció, me llevaron de visita con mi abuelita y jugué a ser ricitos de oro casi todo un día. Mi abuelita ya me hablaba de tener un hermanito (porque no sabían que sería hermanita y quizá como todo mundo siempre esperó “la parejita” nunca pensaron que ibas a ser niña, solo mamá, ella dentro de su corazón intuía que eras bebita, mi compañerita de juegos, pero saber exactamente pues no, porque no existían los ultrasonidos.)
¿Hermanito? Le dije a mi abuelita y ella me dijo, si, mañana tendrás un hermanito, y yo le pregunté con mi lengua primigenia, para que servían los hermanitos, me comenzaba a explicar pero en eso pasó una mariposa, tenía las alas moradas, los cuernos rosas y su lengua espirulada, no la escuché más y me fui detrás de esa hada maravillosa.
Corrió el día y la palabra “hermanito” para mi muy nueva y sin explicación se fue con la mariposa. Pero llegó desde el pasillo inmenso la cara de papá sonriente, tan sonriente que parecía un sol con sus cabellos rubios cubriéndole media frente y a su lado la carita adolorida y feliz de una madre guerrera, con sus chinos cortos detrás de las orejas. Pero algo había de más, no venían solos, venía algo envuelto en una cobija amarilla (porque ya sabía que ese era el color) y todo mundo corrió, hasta yo corrí sin saber por qué, llevaba el paso rápido y quería saber que era lo que todos esperaban con tanta curiosidad y alboroto, recuerdo haber visto piernas y más piernas alrededor de ellos, y de pronto me llegó el sentimiento de ser invisible, que me puse a llorar. Fue así que mi invisibilidad se esfumó y mi rizos de oro volvieron a tener la atención, alguien dijo, que conozca a su hermanita…hermanita? Uuuy el dilema de entender hermanito me había llevado una fracción de mariposa, pero hermanita? Por qué complicarnos tanto, venga, que me enseñen a la hermanita y después lo entenderé, fue lo que pensé. Me cargaron y de entre muchas cobijitas, se asomaba un rostro pequeñito, tapado con un sombrero grande y con los ojos hinchados, eso era mi hermanita. Me bajaron, porque la bebe tenía hambre y todo mundo regresó a sus actividades, mi hermanita estaba en casa.
Si te dijera como fueron los días posteriores, te estaría mintiendo, porque no los recuerdo, podría decir que tu silencio detrás de unos ojos de observación matemática y científica crecieron junto a mí, hasta que tu voz seguramente me llamó por primera vez, para que te prestara algún juguete o cuando tu dedo índice no había sido suficiente para pasarte algún objeto de la mesa. Lo que si se, es que el amor es extraño, y yo ya te amaba.
Con los años entendí, lo que era una hermanita, era tener un alboroto de colores, llevar la cuenta de tus llantos en una libreta de notas de remisión, también era jugar remolinillos, subirnos al triciclo, ir al catecismo, mirar las caricaturas, tenerte en mi salón sentadita en una mesa diferente, viéndote jugar con los dedos a causa del aburrimiento. Ahora se que mi hermanita es como tener flores de noche buena todos los días del año, perfumadas con hierbabuenas y cerezos, es tempestad, amanecer, vapor y lluvia. Y no hay suma de los años que valga la pena para seguir comprendiendo la palabra hermanita, porque todos los años te renuevas, cambias y transformas. Feliz cumpleaños Vian y gracias por haber llegado a mi vida. TE quiero mucho.

Con mi razón apenas, con mis dedos,
con lentas aguas lentas inundadas,
caigo al imperio de los nomeolvides,
a una tenaz atmósfera de luto,
a una olvidada sala decaída,
a un racimo de tréboles amargos.

Caigo en la sombra, en medio
de destruidas cosas,
y miro arañas, y apaciento bosques
de secretas maderas inconclusas,
y ando entre húmedas fibras arrancadas
al vivo ser de substancia y silencio.

Dulce materia, oh rosa de alas secas,
en mi hundimiento tus pétalos subo
con pies pesados de roja fatiga,
y en tu catedral dura me arrodillo
golpeándome los labios con un ángel.

Es que soy yo ante tu color de mundo,
ante tus pálidas espadas muertas,
ante tus corazones reunidos,
ante tu silenciosa multitud.

Soy yo ante tu ola de olores muriendo,
envueltos en otoño y resistencia:
soy yo emprendiendo un viaje funerario
entre tus cicatrices amarillas:
soy yo con mis lamentos sin origen,
sin alimentos, desvelado, solo,
entrando oscurecidos corredores,
llegando a tu materia misteriosa.

Veo moverse tus corrientes secas,
veo crecer manos interrumpidas,
oigo tus vegetales oceánicos
crujir de noche y furia sacudidos,
y siento morir hojas hacia adentro,
incorporando materiales verdes
a tu inmovilidad desamparada.

Poros, vetas, círculos de dulzura,
peso, temperatura silenciosa,
flechas pegadas a tu alma caída,
seres dormidos en tu boca espesa,
polvo de dulce pulpa consumida,
ceniza llena de apagadas almas,
venid a mi, a mi sueño sin medida,
caed en mi alcoba en que la noche cae
y cae sin cesar como agua rota,
y a vuestra vida, a vuestra muerte asidme,
a vuestros materiales sometidos,
a vuestras muertas palomas neutrales,
y hagamos fuego, y silencio, y sonido,
y ardamos, y callemos, y campanas.


Gracias por el regalo.

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